La poesía me ofrece una pulsación vigorizante muy parecida a la pintura. Tiene sin embargo, una especial diferencia en en cuanto a sus signos cargados de significado predeterminado (escritura). Esta te mantiene más concentrado. La mente concreta ha de estar muy activa para expresar con frases y palabras, sensaciones y mensajes que quieres comunicar. A la vez recibir y sobre elevar el momento poético que te permite la sensibilidad para elegir, la delicadeza para mantener la secuencia y el ritmo poético que has querido escoger.
También la decisión para borrar, recomponer y abandonar caminos que provocan el descenso de las expectativas que esperas transferir al poema.
El poema, y bien que lo saben quienes son habituales en estas pericias, tiene muchas fases de creación. Hay que hacer una mixtura incorpórea con la idea, la propia experiencia vital, la energía, la música y esta labor, sutil, tenue, y a la vez de esfuerzo de extracción, que no se presenta fácil y espontanea. La espontaneidad se reconoce, son visiones, es luz que se convierte en mente-idea hasta convertirse en sensación y palabra. La pintura y la poesía, son expresiones diferentes para comunicar certezas y realidades muy internas.
Las dos procuran en su elaboración, estados internos similares. Aunque en la poesía el esfuerzo intelectual es mes presente. Con signos diferentes, con significados idénticos, menos claros en la pintura. Sería emocionante preparar un experimento con pintores-poetas, mezclando obras y poemas de todos ellos, con un usuario mediano, con órdenes de acoplar, de reunir poemas y obras de un mismo pintor o poeta.