A menudo el espectador cae en la trampa del juicio, primario y rápido. Un juicio primario construido con impresiones superficiales, las cuales toman una coloración dogmática, cuando demasiadas veces, ni siquiera se han ejercido las funciones básicas de la atención o del saber ver con mínima perspicacia. Hay prejuicios que fatalmente desembocan en confusiones, inconsistencias por ignorancia, o banalidad esnob. Y bien sabemos que la ignorancia es atrevida y la banalidad, superficial. En un hacer apresurado, se cae en clasificaciones. Y clasificaciones superficiales, hechas de abundancia de tópicos, influencias prosaicas y todavía una escasa educación estética.
Pero una potente y arrolladora influencia de las corrientes de moda hacen, de la observación de una obra, una diagnosis difícil, si no errática. Estamos en un terreno resbaladizo. Al artista se le pide que ofrezca a la comunidad, una serie de trabajos con valores especiales, infrecuentes, singulares siempre, a veces insólitos. Se espera de él, lo impropio. La o el artista espera, a su vez, de su comunidad una respuesta. Debe esperarla?. Una respuesta que es complicado de calibrar, de medir, de objetivar.
Decíamos que la comunidad en muchas ocasiones no está preparada para darla con ecuanimidad. Y enfrente la inseguridad, las personas interesadas en el arte pero aun sin un criterio propio, maduro y asumido, delegan el trabajo. Delegación que recae en los entendidos, críticos, comisarios, galerías, curators, periodistas especializados, profesores, y a veces especuladores que con sus acciones generan expectativas, si no exageradas, dudosas. Es razonable que ocurra este fenómeno de delegación, pero no es razonable, en ningún caso, que renunciamos “sine die”, como personas, a tener un parecer propio.
Con un posicionamiento sincero iniciaríamos los primeros estadios de una educación para comprender el arte. Me refiero, a posturas sinceras, honestas y desinhibidas, aceptando cada uno, su grado de comprensión e iniciando un dialogo pleno de intenciones pedagógicas. ¿Observaremos una obra de arte como lo haríamos con un objeto cotidiano?¿ Nos situaremos en un estado especial de percepción? ¿Pondremos en acción, todas las musculaturas sensitivas, emocionales, estéticas e intuitivas? ¿Pide mucho, el artista? Él, está sometido a demandas constantes.