El espectador especial o especialista, aquel que es el depositario de la confianza social en temas de arte, aquel que lo es porque posee unos dones de observación afinados y paciencia necesaria para ofrecer la al autor y a su obra. Aquel que ha recorrido y superado todas las exigencias académicas, cursos, másteres, practicas, y contrastada experiencia etc a este lo denominamos, crítico. Crítico de arte. Una labor nada fácil. Un intermediario, que serlo y asumirlo lo coloca entre la evaluación y la pedagogía mas desagradecida.
A mí, sinceramente, me significaría un verdadero esfuerzo de decisión y juicio realizar una labor de tanta responsabilidad. Le suponemos conocimientos históricos, capacidades objetivas y subjetivas para ser impresionado ante la obra concreta, ante trayectorias, experiencia en el mirar, saber estar frente a frente con el creado, lejos de precipitaciones efusivas y /o destructoras etc.
Meticuloso y a la vez con dotes para emocionarse profundamente, ampliamente…. encarna la prolongación del propio artista. Por profesión, tiene que descubrir, absorber y evaluar las transferencias del autor. Le guste o no. Le subyugue la obra o le desagrade tendrá que comprender. Seguro que me pierdo un significativo montón de aspectos que desconozco y por supuesto, complicados por subjetivos y nada fáciles de medir.
Capaz de contagiarse de las energías del autor, de valorarlas, evaluarlas y situarlas en el tiempo. Una tarea repetida ante obras irrepetibles, una labor variada, compleja y difícil. El crítico domina su mundo. Su independencia debemos de suponerse la, siempre. Es un dominio, el suyo, que aplica a la obra, en su análisis y valoración, amplía de conceptos, tan históricos como estéticos.
Sin embargo, creo que, si no contempla, las connotaciones que rodean la génesis interior del autor, su proceso, su concepción, la evaluación puede resentirse. Se puede alegar que este aspecto, que yo reclamo sea tomado en consideración, ya se encuentra reflejado en el resultado final de la obra.
Pero si convenimos que la obra y el autor son una unidad, en el mejor de los casos, un crítico, generoso con su profesión habrá de focalizar doblemente sus objetivos. Es trabajo doble, lo reconozco. La sinceridad, en labores tan subjetivas, suponemos que implica un examen de auto exigencia, muy alta.