Descubrir, desvelar, destapar, consultar, observar más que ver, dialogar, poner en entredicho…son hábitos adquiridos en nuestro medio y relaciones intimas familiares. No sé los motivos que me traen a elegir unas actividades y no, otras. Hay periodos que el cuerpo te pide modelar barro, descubrir formas y volúmenes compulsiva mente. Otros pintar, abocarme sobre los papeles, pintar y buscar luces, hallazgos, …. Momentos que la naturaleza, en el huerto o por el bosque, encuentras todo. La leña, su contacto, me une con la vida, la identidad del bosque. Escribir es un placer y si es poesía, un lujo.
Simultanear todas las actividades es posible, pero no habitual. Acabas dedicando más tiempo a una suela. Ahora estoy, puntualmente, experimentando con las masas madre, los cereales y el horno de leña. Esta especialización temporal, estas secuencias creativas son fenómenos irregulares y recurrentes. He pasado un par de años obsesionado con la arquitectura. La curiosidad que el ser humano muestra ante toda la realidad, y la capacidad que dispone para su transformación, tiene que ser cumplida. Ahora, mi esposa amante de la Botánica, me esta sugiriendo las estructuras arquitectónicas que “esconden” todas las plantas. La naturaleza inconmensurable.
Los diferentes lenguajes, con que enfrento las diferentes disciplinas, necesitan inmersiones a cotas diferentes y unas con las otras, hacen sinergia, se hablan y comprenden para desarrollarse y madurar. En actividades plásticas y afines, si no hay motivación y entusiasmo, no funcionan. De hecho, el conocimiento, a pesar de ser diverso, converge en esencia. Sólo es en su superficie que las hace parecer diferentes.