MATERIALES

MATERIALES

En estos momentos no me interesan los materiales pulcros y socialmente correctos- entiéndase surgidos de la industria-. Me complacen los que se acercan a la experiencia de la fusión (naturaleza-humano), más rústicos de apariencia, poco elaborados, de superficies orgánicas, rugosos y de aspecto, alejados definitivamente, de formas industriales.

Su presencia, sus signos, su código de lenguaje, nos aparta literalmente del medio natural. Crean un mundo paralelo, confuso por su contenido-miscible. Es una manipulación sutil, pero muy eficaz en sus objetivos. Lenta, invisible y presencial. Acepto, como no podría ser de otro modo, obras exitosas de muy buenos artistas que usándolos, nos han ofrecido belleza y significado.

Defiendo los materiales naturales porque ellos, además de la pureza matérica, son semántica mente de intención simple, no complicada, en su lenguaje. Nos ofrecen frases bellísimas con un discurso aparentemente callado, frases que son expresión, como de música callada -recordando al delicado compositor, Frederic Mompou que usa notas muy separadas unas de las otras, dando importancia al valor simple.

En la busca de nuestros conceptos, experimentamos materiales compuestos industriales, no en vano vivimos en este tipo de sociedad. Siempre es elegir entre dos grandes opciones, la mente intelectual y sus proyecciones concretas o la mente-intuición, engarce al conocimiento del corazón-cerebro-intestino. En cuanto a los materiales, y mi afección por los naturales confieso que soy psíquica, anímica y socialmente rural.

Mi percepción sobre la ciudad en cuánto medio para un crecimiento armónico del humano, es poco optimista. Es un “ser vivo” que no ha sabido parar su crecimiento. Esta imposibilidad de contención la convierte en monstruo para el humano que osa habitar en ella, que no vivir. Vivir es decir demasiado. La ciudad como modelo de armonía es un fracaso.

En ella, lo más abundante, en todos los órdenes, es la promiscuidad, complicación, confusión, la cantidad, desmesura, abuso, hacinamiento, conflicto, especulación y mientras circulen máquinas con combustibles fósiles, invisible contaminación letal. No me olvidaré de todas sus ventajas sociales, que las tiene, pero me quedo con los campos, la montaña, las playas, los bosques y los riachuelos, capaces evidentemente de facilitar las ventajas sociales necesarias si elegimos esta opción.

No obviaré que la ciudad es creación nuestra y modelo expansivo de nuestra mente. Sus materiales han invadido el espacio cotidiano, se han hecho excesivamente presentes, promiscuos por no decir obscenos. De visión fría, a texturada y repetida procuran rechazo estético, a pesar de insistencias en ajardinarla y disfrazarla de naturaleza, espacios que al fin son escasos porque la propia especulación no lo permite. Hacemos del centro-ciudad escaparate para vender y lucir poder, mientras los barrios arrastran déficits difíciles siempre de anular.